El agua es la vida para la marihuana.
Debemos tener especial cuidado con el agua con la que regamos nuestra plantación. El agua que proviene del grifo, el agua corriente, puede contener gran cantidad de sales disueltas y un ph demasiado bajo o demasiado alto para que las plantas absorban todos los nutrientes que se encuentran en el suelo.
El ph ideal se encuentra generalmente entre niveles de 6 y 7. En este rango la planta es capaz de absorber todos los nutrientes que requiere. Un ph inadecuado provoca que algunos de los elementos que la marihuana necesita no sean asimilados, presentando diversos problemas que harán que no desarrolle todo su potencial. Es muy importante que regulemos el ph del agua de riego con correctores de ph, para asegurarnos que las plantas puedan captar todos los nutrientes imprescindibles para su crecimiento y floración.
Una gran cantidad de sales disueltas en el agua evitarán que el cannabis chupe toda la necesaria, y puede hacer incluso que nuestra planta pierda agua por las raices por el fenómeno fisico-químico de la osmosis: el agua tiende a igualar los niveles de sales entre la tierra y las raices. En este caso, al haber más sales fuera de las raices que dentro, para igualar la cantidad el agua fluye de la planta a la tierra, disminuyendo el total de agua dentro de la planta aumentando la concentración de sales en el interior, y disminuyendo así la concentración en el exterior. Una buena ayuda para la planta es que la tierra donde esté plantada tenga un buen drenaje; y hay que tener especial cuidado cuando cultivemos en contenedores, porque las sales pueden acumularse y convertirse en un problema (estrés sódico), y quitarles a las raíces su habilidad para absorber agua.
El mejor agua que existe es el agua de lluvia. Esta (si no proviene de lluvia ácida, en cuyo caso también tendríamos que regular su acidez), tiene niveles neutros de ph y poquísimas sales disueltas (las que haya podido recoger en el ambiente en su caída desde las nubes al suelo). Una buena práctica consiste en regar abundantemente de cuando en cuando con agua de lluvia o agua destilada. Una proporcion de referencia sería tres litros de agua por cada litro de tierra. Con esto conseguiremos lavar la tierra de sales y equilibrar el ph de la tierra. Otro consejo es el de mezclar el agua del grifo con agua de lluvia si es posible, con el objetivo nuevamente de bajar la concentración de sales.
En el momento de germinar las semillas y en los primeros días de vida de las plantas (se llaman plántulas en este periodo) es imprescindible usar agua destilada o de lluvia. El cloro afecta negativamente a las raíces llegando incluso a quemarlas, o evitando que las semillas germinen y desarrollen su primera raiz. Otra acción que podemos llevar a cabo con la que conseguiremos que el agua del grifo baje su nivel de cloro, es la de llenar un bidón con este agua y dejar que se evapore el mismo durante uno o dos días.
Si tenéis la posibilidad recoged siempre agua de lluvia mediante canalones, etc,o si usáis aire acondicionado usad el agua destilada que producen (¡¡también vale para la plancha!!) siempre que esté bien limpia y clara. En caso contrario se puede comprar agua destilada, destinándola para el momento de germinar y hacer crecer a las plántulas y para regar el cultivo antes de cosechar y lavar así la tierra.