La legalización y el uso de la marihuana ha sido un tema muy debatido en los Estados Unidos. Y durante mucho tiempo. Se decretó su ilegalidad por primera vez en 1937, después de la prohibición del alcohol en la década de 1920. Las personas que la declararon ilegal estuvieron motivadas por temores racistas y la codicia, en lugar de un deseo real por ayudar y proteger a las personas. Lamentablemente  estos acontecimientos llevaron a la prohibición de la marihuana, sin ningún debate.

Posteriormente, los contribuyentes de EE.UU. sólo han perdido una enorme cantidad de dinero, han asistido a delitos relacionados con las drogas que han aumentado exponencialmente, mientras el uso medicinal del cannabis y del medio ambiente ha sido desalentado.

Al permitir que la marihuana sea ilegal, el Gobierno pierde su capacidad de controlar y regular su producción y uso. Además, tiene que ser cultivado, transportado y vendido a través de medios ilegales, lo que crea poderosos grupos criminales, como los carteles mexicanos de la droga, cuya principal fuente de ingresos es la venta ilegal de marihuana. Si la marihuana se legalizara estas organizaciones criminales perderían  gran parte de sus ganancias. Como parte de “guerra contra las drogas”, Estados Unidos ofrece cientos de millones de dólares por año de ayuda militar a Colombia.

La marihuana no es adictiva. Sólo el 1% de los estadounidenses la fuman a diario. Los síntomas de abstinencia, en su caso, son similares a las del consumo de café. La marihuana ha demostrado ser eficaz para reducir las náuseas inducidas por la quimioterapia del cáncer, estimulando el apetito en pacientes con SIDA, reduciendo la presión intraocular en personas con glaucoma.
Por ahora, el dinero de los contribuyentes se gasta en mantener y ampliar la infraestructura carcelaria necesaria para continuar con estas política restrictivas.