De la naturaleza de la conciencia y de la conciencia de la naturaleza
¿Qué es la conciencia sino el ser? ¿Quién piensa tras el yo sino la vida? ¿De dónde nace la idea del yo y del mundo que rodea al “ego” sino es de la propia idea? Son los eternos temas de la metafísica. Reflexiones que se van tejiendo en compañía de aliados vegetales desde hace milenios. Hay otras preguntas dignas de plantearse en este acertijo vital en cuya corriente fluye la identidad de lo que creemos ser. La insondable verdad de la que estamos hechos.
¿Hasta dónde llega la conciencia en el universo conocido? ¿Qué tipo de pensamientos pueden desarrollar los animales y las plantas? ¿Tienen conciencia los seres inanimados? ¿Interactúan entre sí estos “campos” de conciencia? ¿Es la marihuana una forma de experimentar la elástica de la conciencia?
Ya habíamos mencionado en otros textos de esta columna reflexiva y filosófica el hecho indiscutible de los efectos de la marihuana en la percepción e interpretación del mundo y de las cosas.
Siendo para muchos el cannabis una droga recreativa no se sabe, por lo general, a qué se deben estos efectos “recreadores”, que intensifican los momentos, endulzan el presente, hacen más llevaderos los trances difíciles.
Cuando algún místico ha obtenido el trance profundo transportado por la fuerza de la planta de marihuana no experimenta dudas y reconoce la acción del “pranna”, la sustancia que llena todas las cosas.
Se sabe por la física moderna que el mundo de las cosas es resultado de un choque entre el observador y lo que quiere observar. El objeto será entonces diferente cuando se a variado la forma de observar.
¿Qué es lo que en verdad se observa?
Básicamente un observador está siempre queriendo hacerse una idea de su situación, de “dónde está parado” por lo que puede decirse que cualquier observación que haga, desde sus instrumentos biológicos o tecnológicos, recaerá siempre en el observador.
La medición contiene al instrumento y la herramienta no dice lo que es el universo sino que parte del mismo alcanzamos a ver. Se le conoce como universo visible.
Cuando los ojos miran hacia el horizonte miden su propia capacidad y alcance. De la misma forma hacen su medición del universo o del entorno los demás sentidos y cálculos automáticos atribuidos al cerebro o en los tableros electrónicos del laboratorio.
Pero… ¿Quién o qué es lo que entiende y archiva a la materia como materia, al cerebro como cerebro
¿Cómo es que separamos los objetos de los seres vivos, las plantas de los animales, los animales de los seres humanos?
Al parecer no existe tal separación. Son esos “cortos alcances” de los sentidos así como el limitado alcance de la memoria los que dan los contornos al universo culturalmente conocido.
¿Hasta dónde llega tu universo? Seguro que dejas cosas afuera para poder tener un paisaje a la vista o porque la incertidumbre es una propiedad de lo jamás incierto. El vacío es así una sensación de lo lleno.
Modificar la conciencia llena vacíos y no deforma ni tergiversa una realidad absoluta como lo pretenden las “miopías” del propio ser universal cuando se viste de inquisición añeja.
La conciencia interviene en la “creación” de la realidad observable, en tanto precipita, desde una realidad potencial y probabilística de caminos del electrón, a un sistema discreto, material, al que llamamos verdadero.
Sin duda todo lo que se puede percibir, todo lo que se puede pensar y todo lo que necesariamente debe haber, por deducción lógica, “todo es”. Pero no tiene sentido que exista por fuera de la conciencia que es la que lo trae a formas terrenales.
Cuantos más espacios parezcan recorrer nuestros ojos, cuantas más ecuaciones se despejen, cuantos más gestos de amor se sigan dando, mayor será el reconocimiento del ser en sí.
Y el Ser se prolonga en todo cuando observa porque la conciencia es naturaleza y la naturaleza es conciencia. No hay nada más. Ni siquiera la nada existe fuera de la conciencia universal.