[1]Las bebidas alcohólicas son la droga social preferida de los estadounidenses y también por las personas de otros lugares del mundo, especialmente los jóvenes. De esta forma, el cannabis queda en posesión de un lejano segundo lugar en la población total de consumidores.
A dosis bajas, los efectos de la marihuana y el alcohol etílico son afines, aunque el margen de seguridad del THC es muy superior al del alcohol.
Tanto la marihuana [2] como el alcohol, producen una fase inicial de excitación, seguida luego por la fase posterior de sedación. Es también habitual que se utilicen como euforizantes, relajantes e intoxicantes.
A dosis bajas, los sujetos tienen dificultades para distinguir los efectos del alcohol de los efectos de la marihuana [3] de un placebo que se fuma y que se parece, huele y sabe a marihuana. Sin embargo, la respuesta disminuye a medida que la dosis se incrementa.
A grandes dosis, el alcohol actúa como anestésico general y provoca la depresión primaria y continuada del sistema nervioso central. Los experimentos han demostrado que el alcohol ralentiza los ritmos de las ondas cerebrales y disminuye el rendimiento mental y físico del consumidor, pero no altera las percepciones sensoriales.
Por su parte, el cannabis [4] influye en la percepción y ejerce consecuencias inapreciables en las ondas cerebrales. Un estudio realizó una comparación entre los efectos del extracto de marihuana (27 a 37 mg de THC) y los efectos del alcohol etílico al 95 por ciento (dosis de 50 a 60 mg) en función del estado de ánimo y las funciones mentales. Aunque ninguna de las sustancias logro modificar los niveles de azúcar en sangre, el alcohol redujo el nivel de ácidos grasos libres. En lo que si coincidieron ambas, es en la producción de euforia, somnolencia y disminución de la actividad y del rendimiento en las pruebas psicométricas.