La observación parcial, desde una predisposición a dividir el mundo, induce al estudio del “objeto aislado” y a la experimentación bajo “climas de laboratorio”. Pero estas mediciones fallaban fuera de la “pipeta”. Ese rostro frío y sin sentido es el que caracterizó a la comunidad científica hasta hace poco.
Pero la ciencia tiene hoy una cara sublime que trata al objeto observado como resultado de una observación y que se sabe, a sí misma como observadora, involucrada en el sistema.
Esta nueva ciencia tiene la capacidad de plantear la existencia de exoferomonas o conectores químicos entre especies de otros reinos.
Ya no será entonces mirada, una sustancia, tan sólo como una sustancia. Ahora será mirada como un eslabón del proceso y este mismo proceso como un sistema que le da coherencia a los seres vivos, complejos subsistemas orgánicos y abiertos, cuya naturaleza es evolucionar valiéndose precisamente y preciosamente de esa apertura. Algunos la llaman azar.
Vemos entonces que ese azar es el que nos conecta a todos en una sola cosa. O tal vez es el azar el que aparentemente nos separa de nuestra inseparable identidad única mediante un juego de posibilidades.
La coherencia se satisface en esa sola cosa como que si todo lo que hubiera fuera una suerte de sinfonía cósmica emitida desde una sola nota.
Desde esta nota, es decir, desde una disposición previa muy acorde al principio de integración, se ha comprendido el rol biológico-cultural de algunas plantas. Más aun, se ha estudiado la síntesis de alcaloides y sustancias activas como una forma de feromonas cuya acción alcanza especies diferentes.
La misión de un mensajero químico de esta orden trasciende a las funciones biológicas de su propio organismo y de la especie. Se trata ahora de una misión en otras zonas del todo ecosistémico, nada menos que en la conciencia humana.
Comprender el lugar de una sustancia psicoactiva o enteogénica en el proceso evolutivo de la especie humana tiene, en última instancia, un reconocimiento espiritual: Agradecer el esfuerzo de un ser biológicamente más simple en virtud de una relación ancestral, bioquímica estrechez de especies que nos hablan, otra vez, de nuestra profunda unidad.
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